Como dije aquí, el texto sobre hipocresía intelectual vendría luego. Resulta que ese luego es hoy. Dado que el texto se iba a quedar largo, decidí separarlo en dos. Intentaré ser claro, que es como uno mejor se hace entender.
Como comenté en el texto sobre hipocresía moral, de esa reunión salieron dos debates. El primero ya está explicado así que creo que es mejor que me centre directamente en el segundo. Me parece que, de nuevo pobremente, podría resumir este segundo debate diciendo que trataba sobre la capacidad de decidir y de actuar. En concreto se centraba en la prostitución. Ideas y preguntas surgieron, como por ejemplo, si es buena idea regular este fenómeno y más profundamente, quién «utiliza dichos servicios«. Si alguien ha leído mis últimas publicaciones (no tiene que irse mucho tiempo atrás para ver a qué me refiero), entenderá que me preocupa lo suficiente la consideración de otras personas y sus acciones como «enemigas«. Pero, dado que las cosas que se dijeron yo ya las había escuchado en alguna que otra ocasión, mi reflexión no fue tanto sobre lo que allí se dijo. Fue más bien sobre por qué se dijo.
Me centro en esta idea no porque me parezca más importante o porque quiera defender a aquellas personas que utilizan la prostitución. Nada más alejado de la realidad. Me centro en esta idea porque creo que fue el núcleo del disenso. Como he dicho, intentaré ser lo más claro posible. Igual que en el texto anterior, había dos posiciones argumentativas claras. Empezaré, como en el texto anterior, por la opuesta a la mía.
«Todo usuario de prostitución, y cuando digo todo, digo la mayoría -aceptemos alrededor del 90%- lo es porque quiere usar su poder sobre el cuerpo femenino pasivo«. Esta frase resume, no voy a decir que de forma precisa, dicha argumentación. Ahora bien, no diré que resume de forma precisa porque soy consciente de que dicho «titular» tiene una serie de teorías que lo sustentan. Y además, dado que dicha conversación era «de tasca», uno no se puede esperar la construcción, explicación y aclaración de dichas teorías. Por eso creo que dicha frase, lapidaria en mi opinión, no resume de forma precisa esta posición. No es, aclaro, porque la argumentación en sí fuera mucho más desarrollada u holística (perspectiva que, en teoría social, considero relevante). La otra posición consistía en lo siguiente.
«Aunque estoy seguro de que existe ese tipo de usuarios (asumo que la mayoría son masculinos), me parece que ese ‘titular’ es monolítico y completamente impermeable. No tengo conocimiento de dichas teorías (ni de sus datos) pero sí sé que en Ciencias Sociales, nada es nunca tan sencillo». Esta frase resume (me gustaría pensar que de forma bastante precisa) mi argumentación. Antes de continuar, me gustaría aclarar que, a pesar de haber estudiado sociología, no considero tener conocimiento ni de teorías de poder (más allá de lo poco leído sobre Bourdieu o Foucault), ni de teorías de género (más allá de lo leído sobre las diferentes corrientes feministas). De lo que sí sé un poco más, aunque no lo suficiente, es de motivaciones a la hora de actuar socialmente.
Esto es lo que me lleva a poner en duda toda explicación que diga de un comportamiento social algo así como «la explicación de este fenómeno es así y no es ni más complejo ni más sencillo». En este caso y a mi pesar no conozco ninguna teoría que sustente mi duda. Pero, como suele decirse, me parece que esta es una duda razonable. Y lo considero así por tres motivos.
- Cuestiono cómo y por qué la fuente ha llegado a esa construcción discursiva. Siendo esta una teoría crítica tengo motivos más que suficientes para dudar de la recopilación y del uso de los datos. Dado que es una teoría crítica, quiere cambiar la defectuosa realidad, motivo por el cual su discurso no debe ser conciliador. Por poner un ejemplo, las teorías que traten este tema desde la perspectiva más crítica, posiblemente no contemplen la información que se pueda recoger de los propios usuarios. O, si lo hacen, pueden sacar sus propias conclusiones (no estoy afirmando que lo hagan, solo que pueden).
- Cuestiono la afirmación de ideales incontestables. No ideales en un sentido de belleza o finalidad, sino ideales en un sentido de posesión de la verdad. Si una cosa ha debido mostrarnos la mundialización de la cultura, es que lo que puede ser cierto para ti, tal vez no lo sea para mí. Esto, llevado al extremo, puede reducir a la nada los «derechos humanos». Pero, por el bien de la brevedad, me parece preferible no ahondar en ello aquí.
- Cuestiono la falta de cuestionamiento. Es necesario preguntar, es necesario dudar y es necesario no creer. Y esto es necesario, porque si lo que nos cuentan nos suena bien, posiblemente sea porque lo estemos aceptando sin contrastarlo. Es imprescindible ser tanto o más dubitativos y exigentes con el discurso que se alinee con nuestros valores como con aquel que vaya completamente en contra.
Hacer lo contrario a estos motivos, es para mí, igual que en el texto anterior, la reducción de una idea. No intentando hacerla comprensible, sino intentando encerrarla hasta que las posibilidades de complementarla y ampliarla sean casi inexistentes. Es por esto que hablo de hipocresía intelectual. Debemos querer aspirar a la verdad, por muy compleja que sea. Debemos querer comprenderla, aunque no seamos capaces todavía. Debemos, una vez creamos tenerla, cuestionarla y no aceptarla como si estuviera escrita en piedra. Debemos, en definitiva, dudar.